¡Leprosos, leprosos!

¡Leprosos! ¡Leprosos! ¡Apedreadlos!

Esa era la reacción de la gente en la Edad Media, al ver pasar infectados por la epidemia que comía su carne y los iba matando por pedazos, sumando a su desgracia el escarnio, la discriminación y el odio, provocado por la ignorancia y el miedo de quienes AÚN no eran presas de la plaga.

Así se crearon los Leprosorios, donde las ciudades temerosas los abandonaban a una muerte solitaria, dando la espalda a quienes sucesivamente, iban adquiriendo, desgraciada y misteriosamente el mal, evidenciando a la vez, los más miserables rostros que la humanidad puede tener.

Viendo hoy las actitudes de la gente – y algunas autoridades – que ante los primeros indicios de la peste del siglo XXII, que recién empieza, evidencian – o disimulan – actitudes discriminatorias contra los “infectados”, parece que a pesar de que transcurrieron cientos de años, nuestra sociedad, nuestra “civilización”; no pudo hacer que la solidaridad, la empatía, la caridad y en suma, los valores humanos; evolucionen al mismo nivel que los grandes avances tecnológicos y científicos de los que nos sentimos tan orgullosos y quizás es que aún no pudimos crear esa sociedad más justa y solidaria, con mejores y más cultos seres humanos, que tanto pregonamos.

Qué pasó con la solidaridad, el amor al prójimo y todas las virtudes que cacarea la gente, pero que al primer signo de alarma muestra lo que tiene dentro.

Creo que no hemos cambiado nada, que los modales citadinos y las formas refinadas que adoptó la gente en el transcurrir de los años y que pasó de habitar las aldeas o los Burgos medievales, que se aterrorizaban al ver los leprosos y los apestados correteándolos con piedras y que con los años empezamos a crear, construir y habitar las ciudades, las metrópolis, sólo son la carcasa del aldeano medieval que aún vive con sus miedos, sus miseria y que no logró pulir su espíritu, que aún se debate entre el egoísmo y el temor y que lo mismo que discurría por las acequias de las calles de los Burgos o por el Sena del renacimiento, sigue corriendo por el alma de muchos.

Y que con los primeros síntomas de la epidemia, también estamos mostrando apenas una pequeña parte de lo que aún llevamos dentro.